jueves, 21 de julio de 2016

De expectativas y otras cosas

Para aquellos que han estudiado cultura Latinoamérica, puede que hayan notado que no importa el origen, todos los pueblos comparten dichos o refranes. Un refrán puede verse como una creencia que se sabe que no  es completamente cierta, pero a la que se le atribuye  un grado de verdad. Se piensa que si uno se guía por lo  que dice el refrán, uno espera o cree que el resultado sea más o menos predecible.  Algunos refranes populares son “Al que madruga Dios le  ayuda”, “El que a hierro mata, a hierro muere”, “En boca cerrada no entran moscas”, etc. Y aunque quizás “algo de cierto”  puedan tener, un ejercicio que he venido practicando estos últimos dos años es revisar mi sistema de creencias.  No  dar por hecho lo que  me digan o incluso lo que yo crea o perciba; cuestionar, buscar y revisar. Mirar dos veces una misma  situación e incluso  más si  me es posible.
Antes  solía atribuir ciertos comportamientos  o actitudes a personas según fuese la situación. Por ejemplo, “si es abogado, de seguro debe encantarle leer”, “si esta persona ocupa un cargo alto, de seguro debe ser un buen líder”,  “si ha trabajado en tal parte, de seguro que conoce de  tal tema”, etc. 
Mientras escribo esto me río solo y recuerdo que muchas de mis decisiones estuvieron basadas en supuestos y expectativas. En como yo pensaba que debiese ser una persona o resolverse una situación, en  base a  la información que manejaba. Estoy lleno de anécdotas más o menos graciosos que cuento cuando me reúno con amigos. O también en cómo yo, inconscientemente,  cerraba el círculo o completaba el puzzle en base a la información que tenía. Las piezas faltantes de  algún lado  las sacaba hasta que formaba una figura que, a mis ojos, era “lo  que debía ser”. Hasta que resultase “lógico”.

Personas y experiencias  me fueron ayudando a ver esto y me enseñaron a ver las cosas con perspectiva y a aceptar y abrazar lo que no conociera por completo (lo incierto). Aprendí a moverme en incertidumbre y a gestionar y tomar decisiones, sabiendo  que bien podía acertar o equivocarme en lo que definiese. Pero con la certeza de que lo que haría la diferencia sería el mindset que tuviese al respecto: podría vivirlo como un acierto, un  fracaso o  una enseñanza.
Me di cuenta que pasarse la vida viviendo desde las expectativas puede resultar tremendamente caro, complejo y doloroso. Cuando dejo de creer que si hago una esmerada planificación el resultado del proyecto necesariamente tiene que ser exitoso, o que si los miembros de mi equipo de trabajo que, a mis ojos, me conocen tan bien y, por lo tanto,  deben saber lo que espero de ellos o como quiero que se ejecute un trabajo  o que si hablo con un proveedor espero que él sepa distinguir lo urgente de lo importante y actúe en base a como yo creo que transmití un mensaje.
Si dejamos  de lado todo eso y aceptamos la posibilidad de que, habrá ocasiones, en que por más que nos esmeremos, no siempre el resultado va a ir de la mano de nuestro esfuerzo o no obtendremos el reconocimiento esperado, o que habrá ocasiones en que las personas con las que trabajamos podrán ser más o menos asertivas en algunos momentos (incluyéndonos) y  de seguro existirá más de una vez en la que los proveedores  se confundirán y obviarán algún detalle y  quizás no llegarán a tiempo a una implementación, pero no por ello dejan de ser socios estratégicos o un pilares importantes en nuestra gestión.

Cuando dejamos por un momento el pensamiento tan sistémico, de blancos y negros absolutos y abrimos la mirada a una gama de grises podemos  incluso llegar a ver en colores.  Esa  falta de certezas  y de suposiciones a medias nos facilitan el pasarlo mucho mejor. Cuando nos sentimos bien con el trabajo que estamos haciendo o desde dónde  nos estamos relacionando con otros, por rebalse, contagiamos ese entusiasmo a los que nos rodean, e incluso podemos llegar a ayudar a otros a bajarlos a tierra e invitarlos  a ampliar sus miradas  y abandonar las expectativas, con la única certeza de que al final cada uno de nosotros es responsable como quiere sentirse.