jueves, 13 de febrero de 2014

La Catedral y el Bazar

Desde hace algunos días he venido pensando  acerca de los cambios de paradigma. De cómo la forma de educarse, vestirse, alimentarse, trabajar, hacer familias y parejas  ha cambiado rápidamente en los últimos veinte años. 

Un par de noches atrás re-leía el paper que escribió Eric S. Raymond, La Catedral y el Bazar, acerca de su experiencia de desarrollo de software abierto con fetchmail y cómo él mismo se sorprendió al darse cuenta que, al abrirse al mundo, al trabajar en comunidad,  concertando el esfuerzo de muchas voluntades, era posible crear un producto o servicio útil, de excelente calidad, seguro, estable, robusto y tan competitivo como el de un modelo de desarrollo comercial tradicional.

Para algunos este posteo puede ser percibido como un poco anárquico y me alegraré si así resulta. 

Cuando nos atrevemos a desafiar las estructuras, a romper con lo establecido y preguntarnos si existe otra forma de hacer las cosas, creo que es cuando las posibilidades de éxito aumentan exponencialmente. Podemos  darnos cuenta, confirmar, que con lo establecido hacemos las cosas de la mejor manera posible y no es necesario cambiar nada, o encontrar/crear una manera mucho mejor de hacerlas. Con las ventajas y beneficios que ello acarrea. El tema es atreverse a pensar distinto y a hacerse preguntas. Cuestionarse un poco no hace nada mal.
Hoy estaba en una reunión de proyecto y hablé con mi equipo  acerca de La Catedral y el Bazar. Les planteé que creía que había varios  principios que podíamos aplicar. Si nos dejábamos de secretismos y atraíamos la mayor cantidad de ojos posibles, las posibilidades de que los problemas con los que estábamos lidiando fuesen vistos de otra manera y, por lo tanto, analizados y resueltos más rápidamente, eran mucho mayores a que si manteníamos la estructura cerrada con la que habíamos trabajado hasta ahora. Se formó un silencio magistral, vi como las miradas se cruzaron una con otras y, después de unos minutos, algunos empezaron asentir con la cabeza.

Era un hecho, empezaríamos a trabajar bajo los principios de La Catedral y el Bazar. Un cambio completo de paradigma y un desafío para todos nosotros. Desafío que nos pone un poco ansiosos pero que, en lo personal, a mí me  producía mucho placer: una vez más, mi equipo de proyecto me demostraba patentemente que confiaban en mi criterio. Que eran abiertos, valientes y asumían desafíos, incluso cuando eso implicase ir en contra de lo que pensaban*. Yo estaba tranquilo, sabía que mientras nos mantuviésemos unidos, comunicándonos clara y honestamente,   podríamos enfrentar cualquier desafío con éxito.

--------

*Nota: cuando se trabaja en proyectos de desarrollo de software, algunas personas se guían por el principio de Brooks. El cual es considerado un axioma, que establece que añadir más desarrolladores o personas a un proyecto que viene retrasado, lo retrasa aún más. Fred Brooks dice que si se duplica el número de desarrolladores, entonces las complejidad de los canales de comunicación se cuadruplica. Haciendo más difícil la comunicación entre los integrantes del equipo. Si eso fuese absolutamente cierto, el desarrollo de sistemas operativos como Linux, y de otras muy importantes distribuciones, utilizadas ampliamente en los servidores de empresas, como RedHat y Ubuntu, hubiese sido imposible.

sábado, 8 de febrero de 2014

Lo que me motiva a escribir

Escribir se ha transformado en una necesidad para mí. Me ayuda a vaciar la mente y el corazón, sacar lo viejo para que entre lo nuevo. Hacerles  espacio a ideas más frescas y sentimientos honestos. Recuerdo que lo hacía cuando estaba en la escuela. Participaba en actividades de periodismo y fotografía, como si, a través de ellas, tratase de captar el mundo y mostrárselos a otros con mis propias palabras y  mirada.
Más tarde, en la adolescencia, seguí con eso por un tiempo, pero al tiempo después lo dejé. Me encontraba con más responsabilidades que sentía que requerían de mayor demanda de energía para poder concretarlas. Hasta hace unos meses atrás, en que Gabriel, mi coach, me planteó el desafío del blog. Y heme aquí un sábado por la noche, escribiendo en el computador, haciendo espacio a ideas más frescas.

Lo que encuentro injusto en la vida es que sólo unos pocas personas puedan beneficiarse de las experiencias de uno. Por lo general, uno mismo. Ya que son experiencias personales. Es por eso, y con la intención de llevarle la contra a la vida,  es que me hago el tiempo para escribir. Forma parte de mis motivaciones el intentar, o creer, que otros/as pueden verse beneficiados con lo que cuento. Mis experiencias de vida: el cómo veo, siento y percibo. También lo hago por mí mismo. Para que mañana pueda detenerme por unos momentos y ver el camino recorrido. Sacar cuentas, espero que sean alegres, y comprobar que las ganancias fueron mayores que los costos.

Hace unas semanas atrás, cuando escribí de mi amigo artista, por expreso pedido de él, recordé cuando nos conocimos. Aunque no voy a entrar en detalles, sí puedo exponer el sentimiento que nos unió  y el cual no había sido tan patente para mí como  hasta ahora.  El sentirse incapaz de estar en el mundo, tan poco anclado, tan poco sujeto a algo/alguien, casi sin raíces o compromisos era algo que  yo ya venía sintiendo  en ese entonces. No podría haber hecho lo que él hizo, no lo juzgo, porque, en mi caso, me aferré a la creencia que, eventualmente, las personas o los compromisos que me hiciesen estar/sentir más anclado al mundo aparecerían. En cierta manera así fue, aparecieron. Pero su partida, o pérdida, fue tan o más dolorosa que me dejaron con la sensación de un gran vacío.  Pero  también aparecieron las personas y trabajos correctos, en el momento correcto, que me permitieron atravesar por ese duro momento y re-conocerme en el intertanto. Permitiendo darme cuenta que no estaba fuera de mi lo que necesitaba para estar conectado, sino adentro. El desafío era claro: si me atrevía a mirarme y re-conocerme  identificando, aceptando y potenciando, dentro de lo posible, mis virtudes y defectos, o en términos de planificación estratégica según Porter, mis fortalezas y debilidades, entonces sería capaz de volver a salir y pararme ante el mundo, pero esta vez con otras bases (raíces): las mías. Con mis condiciones y bajo mi mirada.

Se necesitan bolas grandes para escribir como lo haces en tu blog – fue lo que me dijo un colega el otro día en la oficina.
Lo sé, le dije. Pero siento que tengo tan poco que perder, en comparación con lo mucho que puedo ganar, que estoy dispuesto a asumir los riesgos. Ya hice todo lo que quería hacer, viajé a los lugares que quise y en el momento en que pude. Me compré y comí lo que necesitaba, pagué las cuentas. Hoy solo me ocupo de ser feliz. De llegar por la noche a mí casa, cerrar los ojos y sentir que no tengo deudas conmigo mismo.

Wow – fue lo que respondió.

jueves, 6 de febrero de 2014

Acerca de la Dirección de Proyectos, Planes de Comunicación y Lealtades entre Equipos

En los cinco años que llevo trabajando para esta compañía de TI he tenido el privilegio de participar en proyectos de diferente alcance, para diferentes clientes y con distintos equipos de trabajo. En un principio, y como a muchos les habrá  ocurrido, empecé como un integrante más del equipo de proyecto. Tuve la suerte y reconozco, la humildad de pedir ayuda cuando lo necesité, de aprender de los mejores en la industria de TI local.

En las distintas líneas de negocio y equipos con los que trabajé pude conocer excelentes profesionales y personas. Con varios de ellos mantengo el contacto hasta el día de hoy y, aunque no hablamos con la frecuencia de antes, me siento orgulloso de decir que fuimos capaces de construir y desarrollar una relación que ha logrado sostenerse/resistir el tiempo y la presión del trabajo diario.  Esa fue una de las cosas que aprendí en mis dos primeros años: pedir ayuda, devolverla y mantenerse en contacto.
Enfocado en mis tareas, no advertí que el escenario a mi alrededor había cambiado.  De pronto me di cuenta que a las personas les gustaba trabajar conmigo y varios gerentes, de fuera de Chile, me pedían para participar en varios de sus proyectos.
Tras la adquisición de una empresa que desarrolló servidores  de alto rendimiento, sistemas operativos y tecnología usada en prácticamente todos los artefactos eléctricos y mecánicos al día de hoy, es que vino una nueva oportunidad. Me había enterado de que se formaría un equipo de ochenta personas y cinco gerentes en Chile y buscaban a alguien con experiencia que pudiese ayudar en la implementación de ese proyecto. Fue así, como solicité una reunión con uno de los  directores globales y comenzamos a hablar al respecto. Ahí fue cuando aprendí a negociar: ellos necesitaban algo que yo poseía y yo me presenté como la solución a sus necesidades.


Tres años después, y ya con las operaciones del negocio funcionando a toda marcha, estaba a cargo de un equipo de diecisiete personas y dirigiendo uno de los proyectos más entretenidos hasta ahora.
La narración de la historia suena simple, pero no han sido pocos los obstáculos que mi equipo y yo hemos tenido que sortear para llegar hasta donde estamos. Aprendí de política, de influencias y de humanidad. Me la he jugado, y lo sigo haciendo, por todos los miembros de mi equipo. Aunque a veces
esto no resulta tan evidente para algunos, y no tiene por qué serlo tampoco.
Hubo veces en las que me encerré a discutir acaloradamente con mis jefes cuando algo no me parecía correcto. Y hoy, mirando hacia atrás, veo que fue lo mejor que pude haber hecho.  Defender un punto de vista, con argumentos sólidos, mirada estratégica y perspectiva fue lo que ayudó a cimentar las bases de confianza y lealtad en mi equipo. Dejé de evadir los problemas y comencé a ser más espontáneo y honesto, conmigo mismo y con los demás.

Las ganancias superaron con creces la inversión (ROI) - para la organización y para mi - no solo económica, sino también en tiempo y costo personal que implica dirigir un proyecto, que impacta a más de ciento cincuenta y seis empleados de una organización  y cientos de clientes que pagan miles de dólares por productos y servicios de primera calidad.