En las distintas líneas de negocio y equipos con los que trabajé pude conocer excelentes profesionales y personas. Con varios de ellos mantengo el contacto hasta el día de hoy y, aunque no hablamos con la frecuencia de antes, me siento orgulloso de decir que fuimos capaces de construir y desarrollar una relación que ha logrado sostenerse/resistir el tiempo y la presión del trabajo diario. Esa fue una de las cosas que aprendí en mis dos primeros años: pedir ayuda, devolverla y mantenerse en contacto.
Enfocado en mis tareas, no advertí que el escenario a mi alrededor había cambiado. De pronto me di cuenta que a las personas les gustaba trabajar conmigo y varios gerentes, de fuera de Chile, me pedían para participar en varios de sus proyectos.
Tras la adquisición de una empresa que desarrolló servidores de alto rendimiento, sistemas operativos y tecnología usada en prácticamente todos los artefactos eléctricos y mecánicos al día de hoy, es que vino una nueva oportunidad. Me había enterado de que se formaría un equipo de ochenta personas y cinco gerentes en Chile y buscaban a alguien con experiencia que pudiese ayudar en la implementación de ese proyecto. Fue así, como solicité una reunión con uno de los directores globales y comenzamos a hablar al respecto. Ahí fue cuando aprendí a negociar: ellos necesitaban algo que yo poseía y yo me presenté como la solución a sus necesidades.

Tres años después, y ya con las operaciones del negocio funcionando a toda marcha, estaba a cargo de un equipo de diecisiete personas y dirigiendo uno de los proyectos más entretenidos hasta ahora.
La narración de la historia suena simple, pero no han sido pocos los obstáculos que mi equipo y yo hemos tenido que sortear para llegar hasta donde estamos. Aprendí de política, de influencias y de humanidad. Me la he jugado, y lo sigo haciendo, por todos los miembros de mi equipo. Aunque a veces
esto no resulta tan evidente para algunos, y no tiene por qué serlo tampoco.
Hubo veces en las que me encerré a discutir acaloradamente con mis jefes cuando algo no me parecía correcto. Y hoy, mirando hacia atrás, veo que fue lo mejor que pude haber hecho. Defender un punto de vista, con argumentos sólidos, mirada estratégica y perspectiva fue lo que ayudó a cimentar las bases de confianza y lealtad en mi equipo. Dejé de evadir los problemas y comencé a ser más espontáneo y honesto, conmigo mismo y con los demás.
Las ganancias superaron con creces la inversión (ROI) - para la organización y para mi - no solo económica, sino también en tiempo y costo personal que implica dirigir un proyecto, que impacta a más de ciento cincuenta y seis empleados de una organización y cientos de clientes que pagan miles de dólares por productos y servicios de primera calidad.
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