domingo, 15 de febrero de 2015

Competencias Personales para el Alto Desempeño

Hace poco, estaba leyendo un artículo acerca de competencias personales escrito por Ignacio Fernández, de la UAI, cuando no puede evitar hacer una pausa y recordar mis inicios en el mundo laboral. Como es natural, creo que a la mayoría nos ha pasado que, cuando estábamos ad-portas de terminar la universidad, sentíamos que estábamos listos para asumir cualquier desafío. Totalmente empoderados, dispuestos a trabajar al límite con tal de sacar una tarea adelante. El asunto se convertía casi en un tema de valía personal.
Cuando hice  mi práctica profesional, tenía la impresión que no sabía nada. Estaba haciendo tareas bastante técnicas de configuración de redes y me sentía un cero a la izquierda. No acertaba a nada, así que en un cuaderno iba anotando todos los pasos que tenía que hacer para llevar a cabo las configuraciones de dominio y la asignación de IP, entre otras cosas. Fueron seis largos meses (en los que aprendí mucho).

Antes de terminar mi práctica, postulé al puesto de analista de base de datos en una multinacional. El trabajo era entretenido y poco repetitivo. Trabajaba con clientes de todas partes y, por primera vez, me sentí cómodo en los zapatos que en ese entonces estaba usando. Duré cerca de dos años en esa asignación.
La empresa en la que en ese entonces estaba trabajando, y aún lo hago, fomentaba la rotación en distintas áreas para que uno fuese adquiriendo una visión más global del negocio, por lo que se presentó la oportunidad de cambiarme a otra línea de negocios como consultor de infraestructura. La verdad es que, hasta ese momento, sólo había trabajado con bases de datos Oracle y sistemas operativos Red Hat, por lo que asumo que el director que me entrevistó vio algo en mí que le gustó y me invitó a trabajar con él. Allí estuve 2,5 años.

Más adelante, apareció la oportunidad de empezar a trabajar en algunos proyectos de la empresa, lo cual había hecho antes pero como integrante de un equipo de proyectos, no como jefe de proyectos propiamente tal. La propuesta me pareció interesante; como siempre me han gustado los desafíos, la acepté. Desde ese entonces, ya van casi  2 años, y no puedo negar que han sido los mejores 2 años de mi vida laboral.

Las posiciones anteriores, me ayudaron a desarrollar las competencias técnicas y el carácter para trabajar directamente con clientes, en situaciones bajo extrema presión y con equipos formados por personas con diferentes capacidades, que hablan otro idioma y cuyos códigos culturales a veces me llegaron a resultar chocantes, pero que, al final, siempre me mostraron algo valioso, que yo desconocía y pude sumar a mis valores.

Pigmalión y Galatea (ver pie de página).
En los proyectos que he tenido a cargo, descubrí lo crucial que resulta desarrollar una buena planificación y regirse por ella, en vez de saltar de un objetivo a otro sin terminar nada.  También aprendí lo valioso que resulta para las personas con las que trabajo el actuar honestamente, de forma transparente y cumpliendo las promesas o compromisos que adquirí con ellos hasta el final.

Para nadie resulta un secreto que la empresa en la que trabajo obtiene billones de U$ en utilidades cada año fiscal. Sin embargo, no TODO se trata exclusivamente de dinero. Hay cosas importantes, como relacionarse dignamente con todas las personas, sin importar sus estudios, dónde viven o de qué parte son. Ser creativo, accesible, optimista y conciliador son cualidades que todos apreciamos y que hacen que nuestras jornadas, a pesar del estrés, resulten más llevaderas.
He estado en equipos donde nadie se hablaba ni al empezar el día y no me he sentido bien.  Tampoco me resultó agradable tener que estar cuidando mi espalda todo el tiempo de mis colegas, ni darme cuenta que, al admitir que no conocía un procedimiento, me harían sentir como estúpido.

Cuando veo las cosas en perspectiva, siempre llego a la misma conclusión: necesitaba aprender para que, cuando yo estuviese al mando, no cometiese los mismos errores. Es más, de un tiempo hasta ahora he adquirido la filosofía de no entrar a juzgar cuando veo en otros algo que no me gusta, sino que guardo ese recuerdo para saber cómo NO quiero llegar a ser en el futuro.

Cuando empecé en la dirección de proyectos hubo personas que me dijeron “tú no puedes mostrarte tan abierto… no te van a respetar… tienes que demostrar más autoridad… tú tienes que decir siempre la última palabra… eres demasiado ingenuo, confías demasiado en las personas… ”.

Pero en la tarde, cuando llegaba a mi departamento y reflexionaba sobre el día me decía a mí mismo  “¿Cómo no voy a confiar en mi equipo de proyectos, si es a través del esfuerzo y la entrega de ellos que los proyectos que tengo asignados están siendo ejecutados correctamente y, por lo tanto, yo estoy siendo reconocido y ganando visibilidad en la compañía? ¿Cómo un director/jefe/supervisor/líder en su sano juicio espera obtener buenos resultados si trata a las patadas a las personas con las que trabaja, no las ayuda a crecer y desarrollarse y no las reconoce públicamente, sino que las mantiene con migajas?”


*Efecto Pigmalión: en psicología y pedagogía se habla del efecto Pigmalión: el cual plantea que las personas reaccionan según cómo las tratamos y las expectativas que nosotros ponemos sobre ellas.
Si un empleado recibe la continua aceptación de su jefe, es muy posible que aquél exhiba un alto desempeño en sus funciones y por tanto su rendimiento sea más alto, a la vez que efectivo.

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