miércoles, 11 de febrero de 2015

La Importancia de la Confianza como Eje de las Relaciones

Hace unos días recordé una clase en la que un profesor de la escuela de postgrado de la UAI se reía del sinsentido que para él tenía la frase "en mi casa soy de una forma y en la oficina soy de otra. No mezclo los asuntos personales con los laborales".

- "¿Ustedes creen que decir eso los hace ser mejores jefes? ¿Acaso creen que asumir el discurso de que no mezclan sus asuntos con el trabajo los pone en un nivel superior como ejecutivos? Pues déjenme decirles que ¡No! Lo único que parecen son bipolares bien vestidos… Al entrar a una oficina se transforman e intentan aparentar que en sus trabajos nada los afecta ni les hace perder la concentración ni un solo segundo. Y más encima se atreven a juzgar y a mirar con desdén a quienes osen mostrarse perturbados porque intenta lidiar con su vida personal y profesional al mismo tiempo….”

Confieso que estuve en shock en esa clase. Fue como si me hubiesen sacado la venda de los ojos o me hubiesen prestado unos lentes con los que ahora sí podía verme y ver a los demás en toda su magnitud en vez de parcialmente. Creo que la dimensión del impacto que esa revelación me produjo, estaba en directa proporción con cómo yo creía que "había" que desenvolverse en el trabajo, o lo que era considerado "adecuado".
Afortunadamente para mí, todo coincidió con que en ese entonces tuve un jefe que en el día a día me fue demostrando y enseñando a convertirme no solo en líder, sino en estratega. Un día me llamó a su oficina y me pidió que asumiese la dirección de un proyecto de gestión de conocimiento que estaba siendo tratado de implementar por unos colegas norteamericanos, pero que venía muy retrasado y estaba convirtiéndose en un desastre para la línea de negocios:
- "Tenemos que lograrlo. Y yo creo que tú eres la persona que más sabe y que puede hacerlo. Elige tu equipo de proyectos, designa las responsabilidades, planifica y hazte cargo. Yo estaré apoyándote en todo y no cuestionaré ninguna de tus decisiones”.

Lo primero que sentí fue que me había llenado de energía. Tenía tantas ideas y teorías en mi cabeza que quería llevar a la práctica, que ésta me pareció la oportunidad excelente para hacerlo. Por lo que me esforcé en poner en aplicar todo lo que había aprendido. No solo técnicamente, sino en cuanto a las mal llamadas "habilidades blandas" y en desarrollar una  meticulosa planificación, para corregir lo que se había hecho y cumplir con todo lo pendiente dentro del tiempo y presupuesto acordados.
Sabía que yo solo ni remotamente podría ser capaz de lograr lo que me habían pedido, por lo que recluté a varios de mis colegas y nos pusimos a trabajar a tiempo completo. Formamos un equipo de proyectos de 17 inteligentes y talentosísimos ingenieros.  Desarrollamos planes de comunicación para los stakeholders a los que habría que mantener informados diaria, semanal y mensualmente. Definimos los procesos del negocio que tendrían que cumplirse (BPM), diseñamos y construimos herramientas de software que pudiesen conectarse con las bases de datos de los sistemas de la compañía y nos entregasen los reportes que, hasta ese momento, no existían y desarrollamos estrategias para producir el impacto que necesitábamos sobre los indicadores de gestión (KPI) que se verían tocados por nuestro proyecto. Fue un período de mucho desgaste físico, intelectual y emocional. Pero logramos lo que necesitábamos y, más importante aún,  nos demostramos a nosotros mismos que, con las personas adecuadas, juntos éramos capaces de pararnos ante cualquier desafío.

Cada vez que cumplíamos los hitos del proyecto o superábamos situaciones críticas salíamos a celebrar nuestros logros. Un almuerzo en un buen restaurant cerca del trabajo se convirtió en  lo preferido por todos. Por lo que adoptamos esa actividad como un rito al interior del equipo.

A modo de conclusión, ahora que miro hacia atrás y me pregunto cómo fuimos capaces de lograr tanto en tan poco tiempo, aparte de asombrarme, veo que la confianza mutua fue el ingrediente principal en cada una de las fases del proyecto. Partiendo con el requerimiento de mi jefe, hasta el ambiente de trabajo que al interior de mi equipo de proyectos logramos desarrollar, en el que nunca trabajamos en base a miedo ni amenazas y permitimos que cada uno aportase desde su mirada a lograr los objetivos propuestos. Es más, formamos comunidades de aprendizaje en las que todos aquellos que estaban interesados en  adquirir o desarrollar una habilidad determinada, tuviesen la oportunidad de hacerlo a través de esta iniciativa y enseñarles a los que no sabían. De esa manera, cuando cerramos el proyecto, todos quedamos con la certeza de sabernos mejores profesionales de lo que habíamos sido antes.

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