martes, 1 de abril de 2014

El Perfume del Líder

Hace unos días atrás, un colega con el que he trabajado por años se acercó  a mí y me dijo que quería pedirme una hora para que nos reuniésemos a conversar. Rápidamente, hice espacio en mi agenda y nos reunimos unas horas después. Él se acercaba a mí por dos motivos: el primero, era para felicitarme, pues sabía que uno de los proyectos que yo he estado dirigiendo estaba dando mucho que hablar, ya que  había logrado superar las expectativas de varios gerentes  y jefes de área, logrando impactar positivamente los indicadores claves o KPI (por sus siglas en inglés) y, junto con ello, ha ayudado enormemente a cumplir los objetivos de la organización definidos para este año fiscal. El segundo motivo era para pedirme consejo acerca de cómo liderar y motivar su equipo de trabajo.

Le agradecí por su buena onda y por el reconocimiento a mi gestión, pero le dije que nada de eso lo habría podido lograr sin mi equipo de trabajo. Tengo diecisiete ingenieros que han trabajado conmigo en este proyecto,  le dije, yo los he ayudado a definir un rumbo y coordinar algunas cosas, pero el grueso del trabajo lo han hecho ellos. Ellos me han ayudado a mí a cumplir este proyecto.

Cada uno de los integrantes de mi equipo de proyectos es tremendamente valioso e irremplazable para mí. Puedes reemplazar el cargo o la función, pero no a la persona. Me ocupo de que ellos tengan claro esto y, en cada oportunidad que tengo, resalto y demuestro sus capacidades ante otros gerentes.  Quiero que ellos se lleven el reconocimiento que se merecen.
Aparte de cumplir con toda la parte funcional que un proyecto demanda, me he preocupado de desarrollar un ambiente de trabajo sin miedo: todos tenemos inseguridades de algún tipo que no queremos mostrar, y mucho menos en el lugar de trabajo. Personalmente, me he dado cuenta que, cuando me muevo con miedo, mi capacidad se limita muchísimo; estoy tan enfocado en no equivocarme o en tomar la “decisión correcta”, que pierdo de vista el objetivo que quiero lograr.
En mi equipo de trabajo, poco a poco, he logrado desarrollar un ambiente en el que todos nos sintamos contenidos y apoyados unos con otros, en que el miedo a la jefatura desaparezca y puedan sentirse con todo el derecho a opinar y  cuestionar sobre cualquier asunto, cuando ellos crean que algo se puede hacer mejor. En liderazgo, esto se conoce  como “romper el status quo”, y es una manera de disminuir el sentimiento de miedo y dar paso a nuestro poder creativo (que, por cierto, es ilimitado).
Esto nos ha ayudado a crear y desarrollar soluciones en conjunto y a superar problemas más rápidamente y salir más fortalecidos que otros equipos en situaciones de crisis.
Cuando estás en una posición de liderazgo y las cosas salen bien, uno suele llevarse la mayor parte del reconocimiento. Lo mismo ocurre si las cosas salen mal: al primero que apuntan es al gerente de proyectos. Por suerte para mí, esto lo asimilé rápidamente en los inicios de mi carrera, y uso el poder que se me confiere en esa posición para obtener beneficios para mi equipo de proyecto y para protegerlos de otras personas cuando alguno de ellos ha cometido una equivocación que ha sido muy comentada.


Trabajo en Equipo + Motivación + Inspiración + Liderazgo + Visión + Innovación = EXITO

En general, trato de mantener buenas relaciones con todas las personas, sin importar el área o la organización para la que trabajen. Hay veces en nos enfrascamos, incluso con mi jefe, en sendas discusiones acerca de algún procedimiento que debió haber sido seguido o algo que pudo haberse hecho mejor. Ha habido veces en que el enojo nos dura más de la cuenta, pero lo importante y trascendente viene en que, al final del día, ellos saben que pueden contar conmigo y yo con ellos. No nos llevamos los problemas a la casa y, al menos en mi equipo, tengo absolutamente prohibido que se lleven trabajo a sus casas. Predico con el ejemplo y trato de que ellos hagan un uso eficiente con su tiempo en la oficina, en vez de que les quiten horas de descanso o a sus familias para terminar algo que quedó pendiente.
Por último, y no por ello menos importante, he aprendido a mostrarme tal cual soy; demostrar y hablar de mis fortalezas y debilidades, no tiene nada de malo. Reconocer cuando cometí un error, cuando hice un juicio muy apresurado o, simplemente, cuando estoy muerto de cansancio y siento que no valgo un centavo, es absolutamente normal. Me he dado cuenta que en los equipos de trabajo, mientras más cercanos o conectados nos sintamos unos con otros, el resultado no puede ser más que uno solo: el éxito.

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