Años atrás, cuando trabajaba para otra compañía de TI, me tocó hacer un viaje de negocios para reunirme con unos potenciales clientes y conocer a unos consultores que trabajarían en la migración de unas plataformas. Dentro del grupo de profesionales del equipo, había consultores con distinto background, desde aquellos con dos a tres años de experiencia hasta seniors con más de 15 años. Curiosamente, aquel más reconocido por todos sus pares en el ámbito laboral era, al mismo tiempo, el más joven de todos. Hacía cuatro años que había terminado sus estudios y, desde entonces, había tomado cuanta oferta o desafío profesional se le pusiese por delante, lo cual le había ayudado a adquirir y desarrollar valiosas habilidades, que le facilitaban hacer su trabajo con excelencia, rapidez y un bajo margen de error.
El problema, es que este joven hombre de negocios no creía en sí mismo. Definitivamente, era un líder natural que
rebosaba carisma. Era capaz de entrar a cualquier lugar e iluminarlo con su presencia, como si de una linterna se tratase. Aunque había estado por años, en paralelo a su trabajo, asistiendo a psicoterapia, sentía que había algo en él que no podía aceptar, que estaba mal y debía corregirse. Este hombre era homosexual y vivía con la sensación, como si de una certeza se tratase, de que su condición sexual le afectaría en su desarrollo profesional. Pensaba que no sería respetado por sus pares y que cualquier proyecto o iniciativa que él liderase no llegaría a buen término, porque su sexualidad, de algún modo, interferiría y le terminaría jugando en contra.
Antes de partir, decidí agendar una reunión con él. Esa noche, hablamos como si se fuese acabar el mundo.
Con mucho esfuerzo, logré que se soltase y bajase sus niveles de defensa, a tal punto que fue capaz de contarme de cómo se veía él y cómo creía que los demás lo percibían. Me contó de sus logros, miedos y fracasos. Hablamos de sus inseguridades, de las mías y de las jornadas maratónicas de trabajo a las que, muchas veces, nosotros mismos nos sometíamos, sobre todo al inicio y término de los proyectos, para que todo estuviese en “perfecto” orden. Mi vuelo partía a las 08:30 AM y debimos haber estado hablando hasta cerca de las cinco de la mañana. Antes de despedirme, le pedí que tratase de ser más cordial consigo mismo, de darse más permisos, más oportunidades. Que intentara, poco a poco, confiar en las personas, que no todos eran malos y que, por último, se hiciese un chequeo interno para buscar y encontrar cuáles eran las cosas positivas que él encontraba de si mismo y de su condición sexual y las traspasase a sus relaciones con los demás, en la vida personal y profesional.
Tres años después, nos volvimos a encontrar y quedé completamente sorprendido al verlo. Era otra persona. Lucía más relajado; proyectaba una tranquilidad y una seguridad interior que hacían absolutamente irresistible no querer pasar un rato con él. Me contó que lo habían nombrado el nuevo gerente de productos. Su jefe había dejado la empresa y había hablado con el director del área para que él ocupase su cargo. Me dijo que, luego de esa noche que nos reunimos a conversar, se había gatillado algo dentro suyo que le había ayudado a empezar a ver la vida, y a si mismo, desde otra perspectiva. Los meses siguientes, junto a su terapeuta, había hecho un análisis profundo de si mismo y había logrado identificar todas aquellas razones/ventajas por las cuales él se sentía a gusto siendo homosexual. Con ello, elaboró un plan de acción para llevar esas ventajas/fortalezas a sus relaciones y al trabajo y eso fue lo que, me dijo, hizo la diferencia. Sin importar cuál fuese el proyecto que le asignasen, él se daba el gusto de elegir, uno a uno, a los integrantes de su proyect team. ¡La gente quería trabajar con él! Se sentían cómodos y confiados cuando sabían que él estaría liderando un determinado proyecto. El PMO disfrutaba viendo la planificación, distribución de las tareas y definición de roles que él hacía al interior de sus equipos. Y no está de más decir que los patrocinadores de los proyectos estaban encantados con él. Constantemente, el scope del proyecto se agrandaba, con lo que la compañía ganaba más dinero y, la mayor parte del tiempo, los clientes volvían a hacer negocios con la compañía pero pedían, como condición, que él fuese el project mananager encargado.
No fue un cuento de hadas; hubo dolor y sufrimiento para lograr lo que él hizo.
Ponerse en contacto con las zonas más vulnerables de nosotros mismos no es para nada fácil, mucho menos es mostrarle a los otros nuestras heridas y cicatrices. Sin embargo, cualquiera sea el trabajo que desarrollemos en pos de conocernos a nosotros mismos, de internar entender cómo sentimos, por qué reaccionamos de cierta manera o lo que nos asusta, nos permitirá, intrínsecamente, descubrir el potencial en nosotros, ayudarnos y ayudar a los demás.
El problema, es que este joven hombre de negocios no creía en sí mismo. Definitivamente, era un líder natural que
rebosaba carisma. Era capaz de entrar a cualquier lugar e iluminarlo con su presencia, como si de una linterna se tratase. Aunque había estado por años, en paralelo a su trabajo, asistiendo a psicoterapia, sentía que había algo en él que no podía aceptar, que estaba mal y debía corregirse. Este hombre era homosexual y vivía con la sensación, como si de una certeza se tratase, de que su condición sexual le afectaría en su desarrollo profesional. Pensaba que no sería respetado por sus pares y que cualquier proyecto o iniciativa que él liderase no llegaría a buen término, porque su sexualidad, de algún modo, interferiría y le terminaría jugando en contra.
Antes de partir, decidí agendar una reunión con él. Esa noche, hablamos como si se fuese acabar el mundo.
Con mucho esfuerzo, logré que se soltase y bajase sus niveles de defensa, a tal punto que fue capaz de contarme de cómo se veía él y cómo creía que los demás lo percibían. Me contó de sus logros, miedos y fracasos. Hablamos de sus inseguridades, de las mías y de las jornadas maratónicas de trabajo a las que, muchas veces, nosotros mismos nos sometíamos, sobre todo al inicio y término de los proyectos, para que todo estuviese en “perfecto” orden. Mi vuelo partía a las 08:30 AM y debimos haber estado hablando hasta cerca de las cinco de la mañana. Antes de despedirme, le pedí que tratase de ser más cordial consigo mismo, de darse más permisos, más oportunidades. Que intentara, poco a poco, confiar en las personas, que no todos eran malos y que, por último, se hiciese un chequeo interno para buscar y encontrar cuáles eran las cosas positivas que él encontraba de si mismo y de su condición sexual y las traspasase a sus relaciones con los demás, en la vida personal y profesional.
Tres años después, nos volvimos a encontrar y quedé completamente sorprendido al verlo. Era otra persona. Lucía más relajado; proyectaba una tranquilidad y una seguridad interior que hacían absolutamente irresistible no querer pasar un rato con él. Me contó que lo habían nombrado el nuevo gerente de productos. Su jefe había dejado la empresa y había hablado con el director del área para que él ocupase su cargo. Me dijo que, luego de esa noche que nos reunimos a conversar, se había gatillado algo dentro suyo que le había ayudado a empezar a ver la vida, y a si mismo, desde otra perspectiva. Los meses siguientes, junto a su terapeuta, había hecho un análisis profundo de si mismo y había logrado identificar todas aquellas razones/ventajas por las cuales él se sentía a gusto siendo homosexual. Con ello, elaboró un plan de acción para llevar esas ventajas/fortalezas a sus relaciones y al trabajo y eso fue lo que, me dijo, hizo la diferencia. Sin importar cuál fuese el proyecto que le asignasen, él se daba el gusto de elegir, uno a uno, a los integrantes de su proyect team. ¡La gente quería trabajar con él! Se sentían cómodos y confiados cuando sabían que él estaría liderando un determinado proyecto. El PMO disfrutaba viendo la planificación, distribución de las tareas y definición de roles que él hacía al interior de sus equipos. Y no está de más decir que los patrocinadores de los proyectos estaban encantados con él. Constantemente, el scope del proyecto se agrandaba, con lo que la compañía ganaba más dinero y, la mayor parte del tiempo, los clientes volvían a hacer negocios con la compañía pero pedían, como condición, que él fuese el project mananager encargado.
No fue un cuento de hadas; hubo dolor y sufrimiento para lograr lo que él hizo.
Ponerse en contacto con las zonas más vulnerables de nosotros mismos no es para nada fácil, mucho menos es mostrarle a los otros nuestras heridas y cicatrices. Sin embargo, cualquiera sea el trabajo que desarrollemos en pos de conocernos a nosotros mismos, de internar entender cómo sentimos, por qué reaccionamos de cierta manera o lo que nos asusta, nos permitirá, intrínsecamente, descubrir el potencial en nosotros, ayudarnos y ayudar a los demás.
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