Es cierto que nuestra infancia moldea nuestra personalidad; las personas que nos tuvieron a cargo, experiencias de vida, vínculos significativos, etc. , pero también es cierto que todos tenemos momentos o, a veces, instantes fugaces en los que somos capaces de vislumbrar cuando el camino que estamos recorriendo, o la manera que estamos ocupando para cumplir un objetivo, no es la mejor.
En los breves siete años que llevo trabajando profesionalmente, he podido liderar equipos de trabajo muy diversos, aunque también he puesto atención en los resultados que otros equipos, liderados por otros gerentes, han tenido.
El tema del post de hoy es acerca de dos de las teorías de dirección más conocidas en las organizaciones que, a mi parecer, están muy presentes en la actualidad: la Teoría X y la Teoría Y, ambas desarrolladas por Douglas McGregor. Dichas teorías resultan radicalmente diferentes entre sí. La Teoría X se fundamenta en el planteamiento realizado por Frederick Taylor a través de su Scientific Management. En su obra, Taylor desarrolla una “ciencia” en la que debía ejecutarse el trabajo de una manera específica para obtener el mayor rendimiento y maximización de recursos. Para el desarrollo de su propuesta, Taylor incluso se enfocó en medir los tiempos y movimientos físicos que tenían que ejecutar los trabajadores para elevar la producción y uniformar los procesos productivos. Desde ese planteamiento, nace la Teoría X.
La Teoría X identifica al trabajador como un recurso reemplazable, al cual le atribuye características de un ser pesimista, rígido y que evade el trabajo cada vez que puede. El trabajador, en la Teoría X, es un ser sin mayores ambiciones ni metas, que busca la seguridad, que se resiste a los cambios y que necesita ser dirigido en todo momento. Un jefe típico de la Teoría X es alguien tremendamente controlador, que señala cada una de las tareas de los integrantes de su equipo de trabajo y dicta claramente cuáles son las reglas a seguir para evitar ser sancionado.
En la Teoría Y, por el contrario, se reconoce al trabajador como un sujeto con la capacidad de dirigirse a sí mismo, a partir de objetivos que le son encomendados. Este trabajador resulta ser alguien que no le teme a las responsabilidades y que busca perfeccionarse; una persona que usa recursos como la creatividad y que es capaz de aplicar innovación para cumplir con una meta. Además, no requiere de amenazas para ayudar a cumplir las metas de la organización. Un jefe, o líder que aplique el modelo a de la Teoría Y, tenderá a buscar consensos. Su estilo de dirección se diferenciará por ser participativo y democrático, delegará responsabilidades y proporcionará las condiciones requeridas para que los trabajadores alcancen sus metas individuales, así como las de la compañía.
Cuando pienso en que casi todos pasamos un tercio de nuestro día en el trabajo y, en muchos casos, se nos olvida sacarnos el rol de líder, jefe o gerente y llegamos a nuestros hogares con el mismo chip, no dejo de pensar en lo difícil que debe ser para nuestra pareja, hijos, familiares o amigos, relacionarse con otra persona que funcione desde la Teoría X, es decir, alguien que crea que tiene que estar controlando, dirigiendo y midiendo constantemente el desempeño de los demás... debe resultar muy agotador. Un padre o madre que crea que tiene que estar presente todo el tiempo para que las cosas “se hagan bien”, me imagino que puede llegar a resultar asfixiante, no sólo para sus propios hijos, sino además para todos los que se relacionan con él.
Finalizo dejándoles una inquietud: ¿con cuál teoría se sienten identificados en su vida diaria?
Si les quedó gustando el tema, vean este video que habla sobre distintos estilos de liderazgo.
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